Era el "Mono Jojoy", Jorge Briceño Suárez, el temido hombre de las Farc. Estaba en camiseta blanca y pantalón camuflado. Tenía puesta una boina negra y unas botas militares de cuero.
Ya nosotros nos habíamos bajado del carro y permanecíamos juntos en un pequeño círculo. Yo era la única mujer.
Se limpió las dos manos con el pantalón y estiró la derecha para saludar. Con la otra sostuvo un fusil al que se le notaba lo nuevo y que tenía un lanzagranadas. Se lo terció sobre el pecho: "Mucho gusto, comandante" dijo, y repitió la frase cuatro veces. El mismo se llama de esa manera. Escuchó el nombre de cada uno, miró la credencial que nos identificaba e interrumpió: "¿Ah? ¿Ustedes son de CM&? Yo soy de las Farc". Y desde ahí, comenzó a hablar sin parar.
Dijo que estaba ocupado puliendo una parada militar, que esto del proceso le había puesto mucho trabajo, que de entrevistas nada, y que ni prendieran las cámaras porque él no estaba para poner la cara. Tenía el escenario bajo su control. Mostraba a los guerrilleros y les elogiaba sus uniformes nuevos y su armamento. Ellos, mientras tanto, observaban cómo se desenvolvía la situación y admirados de su líder le seguían la cuerda. "Jojoy", irónico con los medios, aprovechó para alardear de su imagen de malvado. Y estaba encantado.
A los hombres de mi equipo les hacía preguntas sobre su pasado militar. "¿Usted no será militar, o sí?, ¿prestó servicio? Tiene peluqueado de chulo; y usted: Tiene cuerpo como para que sea guardia del secretariado. Venga a ver, se puede ir quedando aquí. ¡¡¡Tráiganle un uniforme!!!"
Detallaba las características del fusil, de la munición que usaba, de los radios de comunicación que tenía a cada lado del arnés. "Por aquí doy una orden de volar las cárceles, y por aquí otra de coger a los políticos".
Era un showman haciendo su presentación y con el número que le salió, nos hizo reír a todos. Pero las risas eran de esas que no son de alegría, sino de las que aprietan las vísceras de angustia. ¿Quién era este personaje? ¿Por qué parecía simpático? ¿Acaso no era un monstruo de dos cabezas?
Ya caía la tarde. El calor cedía y poco a poco la charla se fue suavizando. De repente me preguntó: "¿Usted a qué hora se levanta? Llegue aquí mañana a las 5 de la mañana y hablamos". "¿A las 5?", protesté con cara de tragedia, "con esa madrugada, por lo menos me tiene caldo con arepa", le dije. "Aquí la espero", respondió.
Al otro día lo entrevisté extensamente. Su voz, sus manos bien cuidadas, su buena barriga, su piel blanca, sus ojos verdes, su pelo negro mal peluqueado, su famoso bigote ancho y despoblado. Ahí estaba el hombre de la guerra, el terrorista. Respondiendo a todas las preguntas, sin intimidar, como un experto mediático, con más soltura y más verbo del que me había imaginado.
Recuerdo que le pregunté por la historia de su vida. Y la respuesta fue una sola frase. "Lo único que tengo para contarle, es que mi vida son las Farc, tengo 46 años y calculé que me mataban antes de los 42, así que estoy viviendo de más, de aquí pa'lante todo es ganancia", afirmó.
Luego, al pie de un árbol, nos tomamos el caldo con la arepa y por su iniciativa también hubo chocolate.
No supe si ese día me dijo la verdad sobre su edad. En los encuentros posteriores que tuvimos conocí su gusto por inventarse historias. Han pasado 10 años y de ser verdad, Jorge Briceño Suárez, el "Mono Jojoy", debe tener hoy 56. Y ya no se le puede encontrar por ahí, al lado de una carretera desayunando debajo de un árbol. Si se concretan las versiones oficiales sobre su estado de salud y la fuerte presión militar da resultados, puede estar viviendo sus últimos días.
Describir a "Jojoy", es describir a las Farc. Es un campesino, inteligente, disciplinado, alegre, familiar, amable, terco, desconfiado, derrochador, descarado, arrogante, secuestrador, asesino, inhumano, enviciado con la guerra y estafador de la paz. Su historia encarna la profunda contradicción en la que se convirtió esa guerrilla, la lucha por el poder matando al pueblo.
Sin temor a equivocarme puedo deducir que el "mono" -como le dicen los guerrilleros en su ausencia- se mata o se hace matar antes de caer vivo en manos del Ejército. Según testimonios de ex guerrilleros, y de conocedores de su carácter, "Jojoy" es un guerrillero que está jugado con las Farc hasta la muerte. Y ninguna idea lo atormenta más que la de ser un trofeo presentado por su enemigo, y mucho menos después de ver lo que pasó con "Raúl Reyes".
El peso de Jojoy dentro de las Farc está ligado a su carisma entre la tropa, a su larga trayectoria y a su relación única con "Manuel Marulanda". Fue su guardia y su más cercano subalterno desde que lo conoció a los 12 años, un día en que lo mandaron a guiar "camaradas". Era 1966 y un grupo de hombres debía atravesar el páramo del Sumapaz, Cundinamarca, camino al Guayabero. Eran los "jefes" que iban rumbo a la segunda conferencia en la que se fundarían las Farc.
Era tal el respeto que le profesaba a "Tirofijo" que cuando iba a intervenir en su presencia, le pedía permiso para hablar. Siempre fue el encargado de su seguridad. "Jorge es como un hijo", le oyó decir Camilo Gómez, ex comisionado de paz, al viejo guerrillero. Su muerte, hace un año, aún la debe estar llorando, porque sí debe llorar.
A pesar de que no es un tipo muy hablador, en ciertas circunstancias exagera y no permite interrupciones. Suelta historias sin parar y algunas de las que más le gustan son las de sus inicios en la guerra. Hace 25 años le contó al sociólogo y escritor Alfredo Molano, que de la escuela lo echaron como un hereje porque dijo que la hostia no sabía a nada y que quedaría mejor con "membrillo de guayaba", como quedó consignado en el libro Trochas y fusiles, en el que "Jojoy" también cuenta que después de servir de guía, llevar correos y espiar al enemigo, a los quince años le dieron la entrada a la guerrilla, y para asegurar el crédito de su naturaleza de guerrero, aclara que hizo el curso militar sólo porque era requisito para obtener el "título de miliciano", porque lo demás, "lo venía aprendiendo desde antes de nacer". "Jojoy" nunca tuvo tiempo de pensar si quería ser algo distinto en la vida.
Su padre fue guerrillero de los de Juan de La Cruz Varela, uno de los líderes de las guerrillas liberales de Cundinamarca en la época de la Violencia, y ahí lo mataron durante el gobierno de Rojas Pinilla.
En los registros que tienen las autoridades de él, se dice que pueden ser dos sus nombres verdaderos: Víctor Julio Suárez o Luis Suárez. En cualquier caso, sí se sabe que nació en un pueblo muy comunista en el corazón del Sumapaz a mediados de los años cincuenta, y se crió con su mamá y su hermano menor cuidando cultivos de fríjol y ganado. Pero siempre deseando que le dieran el ingreso a las autodefensas -como se llamaba el naciente movimiento insurgente- y que en la zona su presencia era tan natural, como los frailejones.
Alguna vez lo vi en un campamento y el monte era una extensión de su cuerpo. No se tropieza, no se ensucia, no le pican los bichos, casi que ni suda. Sus movimientos son firmes. En el Caguán bromeaba con la ciudad, decía que había ido a comer al restaurante de carnes Carbón de Palo y daba la dirección exacta en donde quedaba. Pero debe tener por lo menos 30 años sin haber pisado un centro urbano.
El imaginario general es que "Jojoy" es, más o menos, como un animal de monte. Pero no es así. Se le nota su extracción campesina. Sus notas manuscritas son apenas legibles y sus maneras no son las de un inglés. Pero es un tipo corriente, con modales, camina erguido, siempre con una mano o las dos en la cintura, se cuida en su aseo personal y habla con buena dicción. En su vocabulario, eso sí, abundan las groserías que dice a todo pulmón con total desparpajo.
A cualquier colombiano que se le pregunte qué piensa del "Mono Jojoy" dirá que es un ser indeseable. Un sentimiento que viene de la mano de todos los horrores que ha cometido en su vida de bandido. Actualmente la Fiscalía tiene en su contra más de 20 órdenes de captura, por secuestro, extorsión, rebelión, sedición, homicidio y terrorismo. Fue uno de los principales ejecutores de los secuestros de los soldados y políticos para el canje de prisioneros y de su propia voz se conoció la decisión de las Farc de incluir dentro de esa barbarie humanitaria a los congresistas. La frase célebre que pronunció abiertamente, todavía causa escozor: "Pues si los militares no le importan a la oligarquía, vamos a tener que coger unos políticos a ver si resolvemos el canje".
Ellos, los políticos que fueron sus víctimas, Consuelo González, Luis Eladio Pérez, Jorge Gechem, Gloria Polanco, Íngrid Betancourt, recuerdan que lo vieron solo una vez en los largos años del secuestro y que apenas les prestó atención unos minutos. "Nos preguntó qué necesitábamos y nos mandó cosas de aseo", me contó Pérez la misma noche de su libertad. Y hay un reclamo que ha expresado incansablemente Gechem: "Si nuestro secuestro era político, por qué nunca hablamos de política con ningún jefe de las Farc".
"Jojoy" tiene una gran aceptación entre las tropas. Los jóvenes guerrilleros lo ven como un ejemplo, y los hombres más cercanos lo estiman no sólo como jefe sino como su amigo. Pero entre sus "camaradas" también hay algunos a los que "Jojoy" no les cae nada bien. "Raúl Reyes" y él no tuvieron una buena relación. Y se dice que lo mismo pasa con el actual comandante jefe de las Farc, "Alfonso Cano", de quien se especula fue el que le enseñó a leer.
Si bien en las zonas controladas por "Jojoy", las Farc lograron en los años noventa un fuerte crecimiento y consolidación de territorio, también fueron las áreas de mayor penetración del narcotráfico y los lugares en donde se lanzaron al terrible uso de armas no convencionales como los cilindros bomba y destruyeron a poblaciones enteras. Y eso, en una estructura de mando compartido como las Farc, ha sido criticado por otros comandantes que ven en "Jojoy" a un bárbaro que no contribuyó a la imagen de esta guerrilla. Sin embargo, con amigos y enemigos, la carrera militar de "Jojoy" fue meteórica.
Mientras él fue en muy poco tiempo comandante de frente y luego de bloque, y luego miembro del secretariado, y para las autoridades es el jefe militar de toda la organización, otros guerrilleros históricos han muerto sin llegar a tener mando. Molano relata en su libro que en la época de las conversaciones de paz de La Uribe, a mediados de los años ochenta, se decía de "Jojoy" que sería el sucesor de "Tirofijo". Por su cabeza el Estado ofrecía 500 millones de pesos. Hoy, 20 años después, cuando según las versiones oficiales están a punto de dar con él, pagarían siete mil.
Su imagen se vuelve famosa cuando no existen acercamientos de paz con el Gobierno y la confrontación está al rojo vivo. Después de los diálogos de Caracas y Tlaxcala, el presidente Gaviria declaró "la guerra integral" y las Farc se prepararon para la etapa siguiente de la guerra. En ese momento, "Jojoy" se convirtió en un personaje relevante, por encima de las figuras de "Alfonso Cano", "Iván Márquez", y otros miembros del secretariado que habían sido protagonistas en la mesa de negociaciones.
A final del Gobierno, 1994, las Farc tenían en "Jojoy" su mariscal de campo. Su voz se conoce públicamente por grabaciones de su radioteléfono, en las que da órdenes de cometer todo tipo de delitos. Las famosas pescas milagrosas en la vía al Llano, las tomas a poblaciones del Cauca, los primeros secuestros de soldados y policías. Era época de guerra abierta y "Jojoy" estaba en lo suyo, pero cuando aparece en la zona de distensión en 1999 también fue testigo de la reunión en la que el ex comisionado Víctor G. Ricardo se tomó la foto con "Marulanda" que le dio el triunfo de las elecciones al presidente Pastrana. Y era el único guerrillero que acompañaba al viejo líder de las Farc cuando se reunió con el mandatario conservador para salvar uno de los escollos del proceso.
Para algunos de los negociadores de este momento, "Jojoy" habría sido hace diez años un pilar fundamental en la negociación. "Con él habría sido posible hacer acuerdos más concretos", asegura el ex comisionado Gómez, porque peinsa que además de la dimensión de bárbaro radical y matón, "Briceño" tiene más alcance político, dialéctico y pragmático que muchos de los otros comandantes.
El 2 de junio de 2002, "Jojoy" salvó prácticamente el acuerdo humanitario firmado con las Farc. "Raúl Reyes" se oponía a ceder ante el Gobierno el número de liberados y tenía convencido a "Marulanda" de que no aceptara. De un momento a otro, llegó "Jojoy", se llevó a un lado a "Tirofijo" y lo convenció. Volvieron a la mesa y le informaron al Gobierno que había humo blanco. "Jojoy" se ausentó unos minutos, de pronto llegó recién bañado y peinado para firmar el único acuerdo que arrojó ese proceso y que llevaría su rúbrica.
En una conversación que tuve con él, durante otro día de tensión en el proceso, me daba cuenta de la otra cara de "Jojoy". Las Farc habían asesinado a la cacica Consuelo Araújo Noguera y la crisis de la mesa de diálogo era mayúscula. A un lado, alejados de los negociadores, estábamos "Jojoy" y yo. En algún momento me dijo que el error de ese asesinato había sido imperdonable. "Era mujer. Era vieja y era amiga. La cagamos hasta el fondo y al Presidente le queda muy complicado no romper". Después se logró el acuerdo de La Sombra, con el que se salvaba el proceso. "Jojoy" me dijo que eso no duraría mucho. Al poco tiempo se reventó.
Y fue entonces como la época dorada del "Jojoy" guerrero volvió a renacer. Tenía bajo su poder a un grupo grande de secuestrados que eran el bastión de pelea de las Farc y además debía cumplir con la misión que les encomendó a todos los hombres el propio "Marulanda", resistir el plan patriota y no dejarse coger por el Ejército durante el periodo Uribe, y aguantar hasta un nuevo Gobierno.
Además de resistir la ofensiva del Ejército, "Jojoy" se encontró con la diabetes, que se convirtió en su peor enemigo. En la zona de distensión, su dieta era celosamente cuidada por Shirley, su compañera, que lo vigilaba para que no cayera en la tentación de la fritanga o de cualquier comida pesada. Pero él tenía su propia estrategia para burlar la dieta, y de paso, hacer enojar a Shirley, que tanto se esforzaba por tenerle verduras y comida sana. El día que sucumbía en excesos de grasa, "Jojoy", que no hacía mucho ejercicio, bailaba. Llamaba a cualquier guerrillera, prendía una grabadora, se quitaba la chaqueta del camuflado y empezaba a bailar. Lo hacía hasta sudar, lo que estimaba suficiente para saldar la deuda con su descache alimenticio y seguía tarareando rancheras y sus corridos.
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